
En la medida que van pasando los años nuestra piel va sufriendo cambios: su textura se hace más rígida y seca, disminuye su elasticidad y también la grasa subcutánea.
Si una piel en estas condiciones es sometida a una presión constante y prolongada, se pueden producir en ella escaras o úlceras por presión. El proceso de aparición puede iniciarse a las pocas horas, y de no establecer los correctivos evolucionará en cuatro 4 fases:
Estadio I. Notamos la piel enrojecida y no recupera su color aunque se retire la presión. Aquí ya la dermis y la epidermis están lesionadas.
Estadio II. La piel se aprecia agrietada y con presencia de vesículas o ampollas. Ya existe destrucción de la dermis y la epidermis, y se puede visualizar el tejido subcutáneo.
Estadio III. El tejido subcutáneo ya comienza a ser destruido, se produce una úlcera que comienza a profundizarse. Generalmente presenta líquidos exudados.
Estadio IV, En esta etapa hay invasión de músculo y hueso, pudiendo incluso apreciarse este a simple vista. Toda la lesión contiene exudados y tejidos necróticos abundantes.
En el caso de las escaras lo ideal es: estar conscientes del riesgo que representa para cualquier paciente inmovilizado, y prevenir su aparición. Las curas, en el caso de existir la lesión, dependerán de la fase en que se encuentre y la presencia o no de infecciones asociadas. Si no pudimos prevenir su aparición por lo menos detengamos su evolución.