Los insectos actúan como vectores de muchas enfermedades virales, bacterianas o parasitarias, que son específicas para cada especie de insecto, y del hábitat en donde se desarrollan. También existen insectos que no transmiten ninguna de estas temidas infecciones, pero sí originan con su picadura una respuesta de nuestro organismo.
La mayoría de las picaduras de insectos, desencadenan una reacción inflamatoria local caracterizada por: una pápula (pequeño levantamiento en la piel), enrojecimiento, y prurito (picazón), que puede ser muy intenso, provocando una reacción de rascado, a veces tan agresivo, que termina causando una ruptura o herida de las capas superiores de la piel (epidermis). Además el rascado arrastra hacia la picadura todo lo que se encuentra sobre la piel de sus alrededores; y a esto debemos sumarle la contaminación que se encuentre bajo las uñas, cuando estas son utilizadas. En pocas palabras: el rascado constante de una picadura tiene una altísima probabilidad de iniciar una infección en piel.
Las lesiones por rascado deben ser consideradas heridas contaminadas, y en consecuencia, se debe iniciar un tratamiento que por un lado erradique cualquier posible infección; y por el otro, que garantice una rápida y efectiva cicatrización de esa herida.